La Escucha Clínica.
lvia Taracena, en su artículo “hacia una caracterización psico-social del fenómeno de callejerización”, 2010, enfatiza en la definición del problema el registro de 3 ámbitos: El macro, donde se enmarcan los problemas estructurales de la sociedad; el medio, que incluye a las instituciones que sostienen a la sociedad, y; el registro micro, que se refiere a lo individual y subjetivo. Este último registro se asocia más a la psicología. Desde aquí explica como un joven en la calle es el resultado de una historia personal, dentro de una historia familiar, cultural y social. Hay un evento biográfico que impulsa la salida a la calle.
Esta autora ha desarrollado una propuesta de trabajo llamada enfoque socio-clínico, inspirado en la sociología clínica, la psico-sociología francesa y la psicología social clínica. Resultado de la intersección de diferentes disciplinas y enfoques teórico-metodológicos, cuyo centro es el sentido que para el sujeto tiene el fenómeno estudiado. Parte de la premisa de que lo social procede de lo psíquico; es decir, si bien el sujeto es prefigurado por lo social, tiene capacidad de elegir personalmente. Es aquí donde lo clínico manifiesta su interés por lo singular, se vuelve fundamental la escucha del sujeto y se analiza el sentido que tiene para él sus vivencias. Tomando en cuenta la singularidad del sujeto, sus historias, trayectorias y demandas, se pueden construir programas de intervención que les resulten significativos.
Cuando Freud mostró el método psicoanalítico, dijo que se trataba de una conversación entre dos personas, distinta, donde hay una singularidad en lo hablado, en quien escucha y en ámbito donde se realiza.
Escuchar es poner atención en algo que es captado por el oído. Lo que escucha el psicoanalista tiene una cualidad polifónica que trasciende lo lingüístico. En psicoanálisis cuando se dice que el sujeto habla, se refiere a aquello que surge cuando esa persona está hablando. En una entrevista se escucha un relato consciente, pero también surge algo involuntario, con lo que hay que tener paciencia hasta que surja una palabra o valor significante.
Hablar de uno mismo frente otro, se reorganiza cada vez nuestro discurso acerca de nuestra historia y nuestros recuerdos. Se posibilita que algo nuevo emerja, para ser escuchado o reconocido. Respecto de a quien escuchamos, tiene relación de quién somos para el que habla.
Para generar un espacio de escucha hay un debate entre lo que nos es ajeno y ser suficientemente empáticos. Imaginemos un bucle que se arma con lo que recibimos y pasa por nosotros, nuestros saberes conscientes, nuestra ideología, los aprendizajes y nuestros aspectos inconscientes; entonces la escucha psicoanalítica requiere un oído analizado.
La escucha analítica y el encuentro con el paciente requiere tolerancia a la incertidumbre, saber limitado y saber que el encuentro con el paciente tiene muchos desencuentros.
Freud en Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico advierte que en la escucha, nuestras buenas intenciones nos pueden tender una trampa, “si al realizar la selección nos dejamos guiar por nuestras esperanzas, corremos el peligro de no descubrir jamás sino lo que ya sabemos, y si nos guiamos por nuestras tendencias, falsearemos la posible percepción. No olvidemos que en la mayoría de los análisis oímos del enfermo cosas cuyo significado descubrimos después”, Hornstein (2018).
Hornstein (2018) en su artículo: “Escucha y práctica analítica” refiere que el analista debe tener disponibilidad a la escucha, no solo quedarse callado; consiste en no prejuzgar, colocarse al servicio de la experiencia del otro, ese otro que es único y singular. La escucha es prerrequisito para la interpretación. Este autor cita a Freud, diciendo: En el análisis “uno tiene que escuchar cosas cuyo significado solo con posterioridad discernirá”. Continúa este autor diciendo que solo venciendo el uso de los conceptos como Edipo, narcisismo, castración, pulsión, deseo, se llega a comprender cada fenómeno clínico; es decir, a cada sujeto; solo así la escucha será soporte de la palabra del paciente.
Se puede ejercer violencia secundaria con el sujeto de consulta cuando no se escucha su alteridad, cuando el analista o terapeuta se atribuye un poder de transformación, desconociendo la naturaleza del cliente. Esta violencia es ejercida a través de interpretaciones prefabricadas o con prolongados silencios por parte del analista o psicoterapeuta, mostrado al cliente que no hay intercambio de saberes y que lo que dice no aporta nada nuevo al analista (Aulagnier, 1980; en Hornstein, 2018).
La escucha hace nacer la historia simbólica del sujeto, porque historizar la repetición es hacerla recuerdo, el recuerdo desactualiza el pasado al destemporalizarlo, permitiendo un futuro que no será repetición, sino que aportará una diferencia. La historización simbolizante se produce cuando el recuerdo se comparte comunicándolo. Así se puede ir arribando a la sanación. Si bien hoy estamos sostenidos por nuestra historia, también lo estamos por nuestros vínculos y nuestros logros; y por lo histórico y social en sus diversos espacios.
El psicólogo clínico aporta su escucha clínica y el análisis de los mensajes y discursos, facilita la construcción de la historia, la resignificación, la elaboración, la participación, la interrogación y la autogestión del individuo o grupo (Jorge, 2015; en Jorge, 2018).
La evaluación clínica es importante porque se abre un espacio de interacción entre consultante y profesional que generará cambios: dar lugar a la subjetividad, ver qué parte del deseo de cada quien está involucrado en tal o cual demanda, es el eje de la intervención; por ello es importante detenerse a pensar, escuchar al otro; con la posibilidad de producir algo nuevo, allí donde parecía que ocurría siempre lo mismo, cuestionando supuestos y haciendo lugar a la dimensión subjetiva comprometida en el tema de salud específico.
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